viernes, 23 de agosto de 2013

Extracto de #Styxx: ¡¡¡ Guerra !!!

Este próximo libro NO tiene desperdicio... Ya estoy impaciente por leerlo... 

Bethany estaba furiosa cuando apareció con un destello en el pequeño pueblo Enea, donde sus seguidores habían implorado desesperadamente a los dioses Atlantes que les rescataran. Mientras que el resto de los dioses había ido a prestar ayuda a la mayoría de sus tropas, ella estuvo de acuerdo en ir a ver a los habitantes de aquí.


El pueblo había acogido a los soldados atlantes heridos... hombres heridos que habían sido sacrificados por los griegos a los pies de la estatua de su bisabuelo en el centro de la pequeña aldea.

Levantó la mano para mandarlos a todos junto a su amado Hades.

-¡Alto!

Aquel feroz tono profundo y autoritario los dejó helados. Incluso a ella. Curiosa, frunció el ceño al ver al príncipe Didymosian cuando saltó de su caballo de ébano y se dirigió airadamente a través de los cuerpos caídos y del saqueo griego sin respaldo alguno.

¿Estaba loco?

Los griegos de aquí no eran de Dídymos. Y no tendrían ningún amor ni respeto por el joven príncipe. La expresión de desprecio en los rostros lo demostraba.

Sus ojos azules estaban llenos de un enojado brío, Styxx se dirigió directamente a dos soldados que sacaban arrastras a una hermosa joven de su casa. Era obvio, por su vestido desgarrado, lo que se proponían. 

-¡Soltadla! -exigió Styxx.

En lugar de seguir órdenes, el soldado grande y corpulento envolvió su brazo alrededor de la cintura de la chica. -Es un botín, Alteza. –dijo burlándose del título.

-Es una chica, no una propiedad. Libérala ahora o lo lamentarás.

-¿Qué? ¿Vas a mandar a tus hombres a que me azoten? -Se rio.- Soy Tracio. No nos inclinamos ante la corona de Didymos ni tenemos ningún miedo a sus hombres- Los tracios lo vitorearon apoyándole.

Impertérrito, el príncipe se acercó a él como un feroz depredador, siendo consciente de todas las espadas que le rodeaban pero sin temor por ninguna de ellas. –Entonces es hora de que aprendas a temerme-

Todos se rieron por las audaces palabras de Styxx.

Bethany se lanzó a si misma dentro del cuerpo de la chica queriendo así tener una visión más precisa y asegurarse que la chica aterrorizada no había sido dañada de ninguna manera. Su brazo le quemaba por el agarre brutal del soldado.

Él hundió la cara en su cuello. -Huele dulce para ser una puta Atlante. Estoy seguro de que podemos encontrar una para ti, príncipe. Ahora vuelve con tus propios hombres, y deja esto para aquellos de nosotros lo suficientemente mayores para tener vello púbico-

La mirada celestial de Styxx no vaciló cuando estiró su brazo. Un instante después, el soldado la soltó y cayó de espaldas, muerto, con el pequeño cuchillo que le había lanzado entre los ojos.

La mandíbula de Bethany se aflojó por la visión.

¿Styxx había matado a uno de sus propios hombres?

¿Para proteger a su gente?

Sacó la espada y el príncipe se puso entre ella y los hombres que habían venido aquí con él. –Vete con tu madre, niña. Rápido-

Aturdida por su impecable atlante, obedeció y observó con fascinación absoluta cuando se quedó solo para defender a sus enemigos frente a su propio ejército.

Los griegos lo atacaron.

Acabó con seis de sus soldados antes de que sus refuerzos llegaran para apoyarle contra el resto de los enojados tracios. Sus hombres rápidamente les sometieron y les obligaron a marcharse.

Styxx agarró al hombre que había estado al lado del que había matado. -Avisa a tus tracios de que no estamos aquí para violar a esposas, hermanas e hijas. Nuestra lucha es contra la reina Atlante, sus soldados, y sus dioses. No con sus mujeres y niños. Cualquier griego que desafíe mis órdenes será castrado y ofrecido, como sacrificio, al dios atlante Dikastis por los crímenes contra su pueblo-

-¿Crees que ellos serían tan amables con nuestras mujeres?-

Styxx lo empujó. -Es por eso que estamos en tierra atlante, para luchar contra ellos antes de que lleguen a nuestro país. Estamos aquí para proteger a nuestras familias de la esclavitud atlante y no voy a avergonzar a nuestros inocentes, sacrificando y degradando a los suyos. Ahora ve y advierte a tus hombres-.

El príncipe volvió con Bethany a la pequeña choza donde la chica se había ocultado con su madre y hermanas.

Para su completa estupefacción, el príncipe recogió una muñeca que se había caído justo afuera de la cabaña. Se arrodilló en la puerta, en el suelo, cerca de la hermana pequeña de la chica que probablemente no tendría más de diez años.

Sostuvo la muñeca hacia ella mientras se aferraba a la falda de su madre. -Está bien, pequeña- dijo de nuevo en impecable Atlante. -No estamos aquí para hacerle daño a tu familia. Te doy mi palabra-

Miró a su madre para que lo confirmara.

Tenía los ojos muy abiertos, la madre agarró la muñeca y dio un paso atrás para proteger a sus hijas.

Styxx se inclinó ante ellas antes de levantarse. -Dile a los aldeanos que se reúnan en la plaza y yo personalmente me encargaré de que todos vosotros seáis llevados dentro de los muros de la ciudad para protegeros. Si alguien no puede caminar o viajar, háznoslo saber y lo llevaremos-

Ella lo miró con recelo. -¿Es un truco griego?-

-Juro por mi vida que no lo es. Por favor, buena madre, por el bien de tus hijas, date prisa. No sé por cuanto tiempo mi ejército, que mantiene alejados a los otros griegos, seguirá cumpliendo con mis órdenes. Debemos llegar a un lugar seguro- Fue a transmitir sus intenciones a sus propios hombres que actuaban como si las órdenes fuesen típicas y lo que esperaban en él. Bethany no se había dado cuenta de que él estaba gravemente herido hasta que tropezó y se sostuvo contra su caballo. La sangre corría por su pierna izquierda.

Sin embargo, él no permitiría que nadie lo supiera así que se limpió y se montó. Fiel a su palabra, los ayudó rodeando a su pueblo y los escoltó hasta un lugar seguro. Nunca en su vida había visto algo como esto. Un griego que mató a sus propios hombres para proteger a las mujeres y los niños de su enemigo...

Era inaudito. Sobre todo viniendo de un príncipe que no había mostrado misericordia de sus enemigos en los últimos meses cuando luchó contra ellos. Lo único que todo el mundo sabía de Styxx era que había sido implacable en el campo de batalla. Solo su ejército se mantuvo invicto contra los atlantes. Styxx había librado una malévola y exitosa campaña, utilizando nuevas tácticas radicalmente diferentes al resto de las tropas griegas.

Mientras él mostraba su misericordia por la gente, en ese momento, ella sabía que había ordenado que una vez se marcharan buscaran provisiones en los hogares abandonados, que después quemarían.

Era otra cosa por la que se le conocía.

Sintiendo aún más curiosidad por él que antes, ella se detuvo a un lado de su caballo. Aún bajo el disfraz de la chica que había salvado, levantó la vista para mirar al príncipe mientras supervisaba la retirada de su pueblo.

Se mantenía con la misma actitud arrogante y rígida que la había irritado la primera vez que lo vio en Halicarnaso.

¿O era la arrogancia? Ahora que estaba más cerca, vio el tormento y dolor dentro de esos ojos azules. La cautelosa resignación y el cansancio le hacían parecer mucho más viejo.

Y mucho más vulnerable.

-¿Alteza?-

Sus emociones se evaporaron en una expresión de estoicismo mientras miraba hacia ella. -¿Sí?-

Ella puso su mano en la armadura para la pierna negra y bronce, y señaló el lugar exacto de su costado donde estaba herido. -Gracias por su ayuda.-

Él inclinó la cabeza respetuosamente hacia ella.

Valientemente, levantó la mano para acariciar el músculo de la pantorrilla duro que sobresalía entre los cordones de su espinillera. -Por tu bondad, me gustaría ofrecerte mis servicios-

Empujó a su caballo lejos de ella. -Aunque aprecio tu oferta y me siento verdaderamente honrado, debo declinarla-

Confundida, ella comenzó a alejarse.

-¿Elea? -gritó.

Asombrada de que él recordara el nombre de la chica, cuando su madre lo había usado hacia casi una hora, se detuvo para mirar atrás. -¿Alteza?-

-No dejes que nadie, sobre todo tú misma, trueque con tu cuerpo para cualquier propósito. Los beneficios temporales e inmediatos no valen el coste eterno de tu alma-

Se inclinó hacia delante, y le tiró suavemente un caro broche.

Ella lo cogió en su mano y vio que llevaba el mismo emblema de Phoenix como en su escudo. Era la insignia de su Omada Estigia.

Sin una palabra más, dio media vuelta a su caballo para poder llevar personalmente a una mujer enfermiza y a su pequeña nieta a la ciudad amurallada, tierra adentro.

Aturdida por su inesperada sabiduría y esa amable caridad, fue a unirse a ellos en su viaje hacia la seguridad. Una parte de ella todavía esperaba que fuera un truco de algún tipo.

Mientras caminaban, ella examinaba a los hombres en busca de su Hector. Pero éstos eran de caballería. No había un soldado de a pie entre ellos. Otro inesperado honor a su pueblo, utilizaba a nobles y a sus soldados mejor entrenados, y no a campesinos, para protegerlos.

Y mientras lo miraba, algo sobre el príncipe le recordaba a su amor, pero Héctor no sería herido. No si llevaba su amuleto, y lo tenía desde la última vez que lo vio. No había ninguna razón para pensar que se lo quitaría. Además, el príncipe parecía un poco mayor que Héctor. Sin duda, más severo y seguro de sí mismo. Héctor era tímido y reservado. Nunca se precipitaría en una pelea tan imprudentemente.

No, Styxx no era el hombre que la hacía arder.

Pero ahora, por fin comprendió, por qué Atenea había elegido a este príncipe como su mascota. Era honorable cuando otros no lo eran. Y trataba a todos a su alrededor con respeto... como si importaran.

Incluso a sus enemigos.

Sin embargo, esta buena acción no cambiaba nada. Ellos estaban en guerra y ella finalmente le destruiría por atreverse a llegar a sus costas y matar a sus soldados. Su compasión hoy le había hecho ganar un pequeño respiro mientras miraba a sus seguidores.

Mañana, sin embargo, iría tras él con todo lo que tenía.

Entrando a los muros de la ciudad, vio como Styxx llevaba suavemente a la anciana al templo de Agapa que había sido creado para recibir a los que se habían quedado sin hogar por los invasores. Él volvió su atención a un joven sacerdote, pero no antes de decir algo que hizo que la vieja sonriera y con amabilidad levantó a su nieta para sentarla a su lado.

Honestamente, la sorprendió que ninguno de los atlantes atacara a sus soldados. Sería una manera fácil de poner fin a la guerra ahora.

Pero su gente no era tan peligrosa como los griegos. Nunca lo habían sido. En cambio, honraron las decentes intenciones de Styxx y de sus hombres y les permitieron dejar a los aldeanos y marcharse sin incidentes.

Por la mañana, sin embargo, estarían en guerra otra vez.

Con ese pensamiento más importante en su mente, ella dejó el cuerpo de la niña y fue a buscar a su bisabuelo en su templo justo bajando la calle.

Los atlantes estaban invocando su nombre y haciendo sacrificios. No es que ellos lo necesitaran. Independientemente, Misos hubiera estado con ellos.

Sin ser visto por su gente, su bisabuelo arqueó la ceja al acercarse ella. -¿Qué noticias tienes?-

-El príncipe griego está herido en el costado izquierdo, tres costillas rotas. Apenas será capaz de mantener su hoplon (escudo) con ese brazo-

-Buen trabajo. Le veremos muerto por la mañana y enviaremos a sus pútridos griegos a casa con el rabo entre las piernas-

jueves, 22 de agosto de 2013

LA PRINCESA CANIBAL, Nalini Singh

Traducción de Nieves Calvino Gutiérrez

—¡Sascha, cariño!
Sascha sintió que sus labios se movían nerviosamente al escuchar el infantil grito.
—Todo es culpa tuya —le dijo a Lucas mientras él se esforzaba por disimular su sonrisa sin conseguirlo.
—¿Qué puedo decir? —dijo abriendo los brazos—. El chico tiene buen gusto, por no hablar de su excelente don con el lenguaje.
Haciendo caso omiso de su compañero mientras la seguía de la enorme cocina de Tamsyn al salón, se dirigió al sofá donde estaban sentados Julian y Roman, uno al lado del otro.
—¿Habéis llamado, altezas?
Los cachorros dejaron escapar unas risillas antes de separarse. Julian dio una palmadita con la mano en el espacio que había quedado entre los hermanos y Sascha se sentó en medio de ellos. Luego se acurrucaron contra a ella inmediatamente, tan pequeños, tan cálidos y tan queridos. Cada vez que abrazaba a aquellos dos tunantes se preguntaba qué les tenía reservado el futuro a Lucas y a ella. Levantó la mirada y se encontró con la de Lucas mientras este se acomodaba en el borde de la mesita de café frente a ella. En sus hermosos ojos verdes podía ver un tipo de promesa más ardiente.
El corazón le dio un vuelco. Imposible, le dijo su mente psi. Pero sabía que sí era posible. La mayoría de los psi había olvidado la fuerza que poseían las emociones. Podían hacer daño y podían proporcionar una dicha mayor que todo cuanto jamás había imaginado posible.
Una manita le palmeó el brazo izquierdo. Roman, pensó, girándose para depositar un beso en su cabeza. Era el más callado de los dos, pero juntos era un auténtico terremoto sobre cuatro piernas… u ocho patas, si se encontraban en su forma animal.
—¿Echáis de menos a mamá? —preguntó Sascha.
Roman asintió y Julian, al otro lado de ella, le preguntó:
—¿Vuelve esta noche? —Su voz sonaba inusitadamente lastimera.
—Sí, vuelve esta noche. —Tammy y Nate habían tenido que realizar un viaje relámpago fuera del estado, dejando a sus cachorros al cuidado de Sascha y de Lucas. Ella adoraba a los pequeños y no dejaba de sorprenderle que dicha adoración pareciera mutua. Miró a uno y luego al otro—. Y pienso decirle lo bien que os habéis portado.
Eso le granjeó una sonrisa de Julian y un besito en la mejilla de Roman. Lucas los observó con ojos burlones. Sabía que su compañera era incapaz de resistirse a los niños. Sascha le hizo una mueca.
—¿Un cuento, Sascha?
Sascha se quedó paralizada con la pregunta de Julian. Incluso después de haber pasado meses con los DarkRiver seguía habiendo cosas que le sorprendían.
—¿Queréis que os cuente un cuento?
Los cachorros asintieron y dos pares de brillantes ojitos la miraron expectantes.
Totalmente perdida, le lanzó una mirada a Lucas. Ella no sabía contar cuentos, pues se había pasado toda su infancia desterrando las emociones de su alma.
Nunca nadie le había contado una historia salvo para advertirle que mantuviera las emociones bajo llave, donde no pudieran destruirla. Su madre le había hablado en susurros sobre los rehabilitados, las aterradoras criaturas que no eran más que vegetales andantes a los que les habían extraído la vida.
El recuerdo más poderoso de su niñez era el de estar en el Centro viendo a los rehabilitados deambulando de un extremo a otro de la estancia, arrastrando lo pies, con el semblante carente de expresión y los ojos vacíos, en los que solo podían verse retazos marchitos de humanidad.
Lo siniestro del recuerdo amenazó con hacer mella en Sascha, pero entonces una oleada de amor se expandió por las sinuosas hebras del vínculo que había en su interior, aquel lazo mágico que la unía a la pantera sentada frente a ella en la mesita de café, con las largas piernas estiradas.
—Yo me sé un cuento—dijo Lucas captando la atención de los gemelos—. Pero es de miedo.
—¿De verdad? —Julian se inclinó hacia delante presa de la emoción.
—Ya no somos bebés —agregó Roman.
Lucas hizo una mueca.
—No sé, no sé. A lo mejor vuestra mami se enfada.
—¡Por favor, tío Lucas!
—¡Por favor!
—¡Por favor, por favor!
—¡Por favor!
Lucas exhaló un suspiro con aire solemne y se inclinó un poco hacia delante, apoyando los antebrazos en los muslos.
—De acuerdo, pero que conste que os he advertido. Si tenéis pesadillas, no vengáis a quejaros.
Nadie que le viese en esos momentos, con aquella expresión indulgente en el rostro y voz suave, podría haberle identificado como uno de los depredadores más peligrosos de la zona, una pantera que podía hacer pedazos a los enemigos solo con sus manos.
Aunque Sascha sabía de sobra cómo era el alfa de los DarkRiver, en ese instante estaba atendiendo las necesidades de dos de los miembros más jóvenes del clan. Y las de ella. También estaba cuidando de ella, prestándole su apoyo en silencio y haciéndole saber que estaba a su lado para ayudarla mientras se adaptaba a su vida, a su nuevo mundo.
—Érase una vez una princesa… —comenzó Lucas
—¡Una princesa! —exclamó Julian indignado, seguido por el asentimiento ceñudo de Roman.
Lucas profirió un gruñido con el que consiguió que los cachorros guardaran silencio y se acurrucaran contra Sascha temblando por el susto. Ella sabía que no era más que puro teatro, pero los abrazó de todas formas.
—Como iba diciendo, érase una vez una princesa que vivía en una torre en medio de un bosque y tenía siete sirvientes.
—¿Siete? —se atrevió a susurrar Julian.
—Uno para cada día de la semana —repuso Lucas—. Veréis, cada día un criado iba hasta el pueblo de al lado y…
—¿Y? —le apremió Roman esta vez.
—No sé si seguir. —Lucas frunció el ceño—. Esta es la parte que da más miedo. ¿Seguro que no os asustaréis?
Los pequeños asintieron rápidamente.
Asintiendo a su vez, Lucas se arrimó un poco más y bajó la voz hasta que no fue más que un susurro.
—Veréis, la princesa tenía unos dientes larguísimos y afilados como cuchillas.
Roman ahogó un grito, pero no le interrumpió. Julian no se quedó tan callado.
—¿Cómo los lobos?
Lucas esbozó una sonrisa.
—Justo como los lobos.
Sascha le miró ceñuda. Se suponía que ahora los lobos eran sus aliados.
En los ojos del alfa centelleaba una risa impenitente mientras proseguía con la historia.
—La princesa podía atravesarlo todo con esos afilados dientes lobunos: carne y hueso, madera y metal, incluso… las puertas de las habitaciones de los niños pequeños.
Mientras los cachorros se estremecían de nuevo, Lucas alzó la mirada y pilló a Sascha con los ojos como platos. Parecía tan inocente como Julian y Roman en esos momentos, una niña rindiéndose a la magia de un cuento por primera vez. Una desgarradora oleada de ternura le invadió el corazón, acompañada de una determinación férrea. Nadie volvería a hacerle daño, no mientras él viviera.
—Bien, pues resulta que en el pueblo…, el pueblo al que los criados iban todos los días —continuó, inventándose la historia a medida que la contaba—, vivía un niño pequeño. Cada noche se iba a dormir después de cerrar todas las ventanas y puertas de su casa.
—¿Por qué? —preguntó Sascha.
—Para que los criados de la princesa no le cogieran —dijo, como si eso fuera algo obvio.
—Pero ¿por qué? —insistió su analítica compañera psi.
—Porque… —Hizo una pausa para darle más tensión y luego gruñó las siguientes palabras—: a la princesa caníbal le gustaba comer niños pequeños para cenar.
Sascha y los cachorros se abrazaron entre ellos. Lucas casi rompió a reír al ver la expresión escandalizada en el rostro de ella. Con toda seguridad se estaría preguntando qué demonios hacía contándoles un cuento tan sangriento a dos leopardos tan pequeños. Su querida gatita no se había dado cuenta aún de que los niños eran mucho más feroces que los adultos.
—Su plato favorito era niño asado con salsa de miel y rodajas de piña.
—Lucas, quizá… —comenzó Sascha.
—Chist —le chistaron las vocecillas de los cachorros, que seguían aferrados a su cintura—. Más, tío Lucas.
—Bueno, a veces le gustaba engordarlos bien, así que los metía en su pequeña despensa especial y les daba de comer pastel, tarta y…
—¡… salchichas! —añadió Roman.
—Sí —convino Lucas asintiendo de forma solemne—. Y en esa despensa llena de pasteles, tartas y salchichas fue donde metió al niño del pueblo. Le dijo que comiera y comiera… para luego poder zampárselo él.
Mientras estaba allí sentado, contando un cuento deliciosamente siniestro de cómo el niño derrotó a la princesa caníbal solo con su inteligencia, observó a Sascha y sintió el amor que le profesaba a él y a los pequeños rodeándolos como un sedoso manto. Ella no se daba cuenta de lo extraordinaria que era, de que estar en un cuarto con ella hacía que todos se sintieran mejor con respecto a la vida, la esperanza, a todo.
Y era suya.
La pantera que moraba en su interior se sentía complacida con esa idea. Lucas sonrió, mostró los dientes y terminó el cuento agarrando a los gemelos y a Sascha mientras profería un rugido feroz. Los tres gritaron y luego rompieron a reír. Julian y Roman fingieron morder a su tío mientras que Sascha era un arco iris dentro de la mente de Lucas. Frente a él, el rostro de su compañera se deshacía en carcajadas cuando los cachorros se giraron, se miraron el uno al otro y decidieron convertirla en su próxima víctima.
Tras diez minutos de pelear en broma, Sascha levantó las manos a modo de rendición y, sin parar de reír, se declaró «comida».
**
Esa noche, mientras estaban en la cama, Sascha se volvió hacia él
—Cuéntame un cuento, Lucas —le dijo—. Nada de caníbales.
Él suspiró y le acarició la espalda.
—Solo sé historias de caníbales —bromeó.
—Por favor —insistió imitando a los gemelos—. ¡Por favor, por favor!
Lucas la besó, recordando lo reprimida que estaba cuando se conocieron. Pero incluso entonces había sentido la pasión que habitaba en su interior.
—Si no quieres de caníbales, ¿puedo contarte uno sobre monos desquiciados?
Sascha abrió los ojos como platos y asintió.
—Antes de empezar… ¿cuándo vas a contarme un cuento tú a mí?
Ella guardó silencio mientras pensaba.
—Tengo que investigar un poco más. —Posó la mano sobre su torso—. Enséñame.
La pantera ronroneó dando su aprobación, aquella mujer era la compañera perfecta, una mujer que no se rendía, por grande que fuera el obstáculo.
—¿Qué te parece si… —dijo Lucas mientras le deshacía la trenza— contamos juntos este cuento?
Una sonrisa dulce, perezosa y perfecta iluminó los ojos de Sascha.
—Érase una vez una princesa que vivía con una pantera —susurró.
Dos días después, Lucas recibió una llamada de Tamsyn durante la cual le pidió que le explicara por qué sus cachorros conocían el significado de la palabra «caníbal».

Mi Primer Book Tag...

Me he animado animado hacer mi Primer Book Tag... Espero que les Agraden...

Dracula... Nueva serie...


Hurgando por la red... Me he encontrado con este trailer y cual es mi sorpresa... El protagonista es Jonathan Rhys Meyers... Es el mismo actor de la serie The Tudors (Que me encanto) y el que hace el papel de Valentine en Los Cazadores de Sombras... Cuenta con la misma Direccion de la serie The Tudors y por lo que pude apreciar en el trailer Tiene buenísima Pinta... 
Estreno para el 25 de Octubre...

Esta mujer me va hacer sufrir...

Late last night, I wrote a scene with Vasic and Judd together. They're talking about something you might not expect. What do you think it was? (Hint: I'm grinning thinking about it)
Anoche, escribí una escena con Vasic y Judd juntos. Están hablando de algo que no podría esperar. ¿Qué crees que fue? (Sugerencia: Estoy sonriendo pensando en ello)
Para lo que hace falta para leer a Vasic...
Ya quierooo leer el próximo libroo!!!

Adelanto del trailer de Divergente!!!

A disfrutar... 

miércoles, 21 de agosto de 2013

Saga Charley Davidson, DARYNDA JONES

PRIMERA TUMBA A LA DERECHA

Charley Davidson es detective privado ocasional y ángel de la muerte a tiempo completo. Es decir, ve a los muertos. En serio. Y su trabajo es convencerlos de que vayan hacia la luz. Pero cuando estos difuntos han muerto bajo circunstancias poco ideales ¿dígase asesinados?, en ocasiones quieren que Charley enchirone a los malos. Y luego están los sueños. Sí, esos sueños intensamente calientes que le han impedido dormir en semanas y que están protagonizados por una entidad que la ha acompañado durante toda su vida y que parece que no está tan muerto después de todo. De hecho parece que es algo completamente diferente a lo que está acostumbrada a ver. Pero ¿qué es lo que quiere de ella? Y ¿por qué ella es incapaz de resistirse? Y sobre todo ¿qué puede llegar a perder si se rinde a su deseo?

Cargada de sensualidad y sentido del humor,Primera tumba a la derecha es una historia de suspense paranormal que te dejara… muerta.



SEGUNDA TUMBA A LA IZQUIERDA

Charley Davidson está encantada de la vida. Ha transcurrido una semana desde su encontronazo con la muerte y cree que se merece un descanso, pero Cookie, su vecina/recepcionista/ganga, ha recibido una nota de una amiga desaparecida y no tiene ningún reparo en despertarla en mitad de la noche para pedirle ayuda. Por si no tuviera suficiente con desentrañar este misterio, Charley cuenta con otra preocupación: Reyes le confiesa que oculta su maltratado cuerpo para evitar que lo utilicen de cebo para dar con ella. Antes de permitir que el ángel de la muerte caiga en manos del mal prefiere desaparecer para siempre. Pero Charley ha pasado demasiados buenos ratos con ese espléndido, maravilloso y escultural cuerpo para cruzarse de brazos y dejarlo morir.




TERCERA TUMBA TODO RECTO

Charley Davidson, portal celestial para las almas perdidas, continúa ejerciendo de detective privado ocasional bajo la influencia de ingentes dosis de café, en un intento extremo de mantenerse insomne. Cada vez que cierra los ojos, Reyes Farrow, el hijo de Satán mitad humano, mitad supermodelo, está allí; a Charley no le importaría verlo si no estuviera tan cabreado con ella. Puede que el hecho de que lo vinculara de por vida a su cuerpo tenga algo que ver con su enfado. Pero tras trece días sin dormir está a punto de volverse loca. Nada mejor que un nuevo caso para olvidar sus problemas, o eso creía ella, porque a veces el remedio es peor que la enfermedad?







CUARTA TUMBA BAJO MIS PIES

TRAS FRACASAR en su último caso Charley se ha volcado por entero en la autocompasión. Pero cuando se presenta en su casa una mujer convencida de que alguien intenta matarla, nuestra protagonista no tiene más remedio que sacudirse la pena y ponerse manos a la obra. Mientras tanto el macizo hijo de Satán, Reyes Farrow, ha salido de la cárcel y de la vida de Charley, como ella quería. Pero lo cierto es que le está costando mucho mantenerse distanciada de él… Y justo cuando parecía que todo volvía a la normalidad, Charley se ve de nuevo involucrada en un nuevo caso cuyo principal sospechoso es su ardiente ex...






Extra!!! 
 Porque he pecado

Darynda Jones vuelve a visitar el sexy mundo del suspenso sobrenatural que creó con su serie Charley Davidson, a través de su relato corto Porque he Pecado. En esta historia, Charley ayuda a una mujer a descubrir cómo murió y le da el empujón que necesita para pasar al otro lado.